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La urraca, un escurridizo objetivo
Para la mayoría de cazadores la urraca no es una presa al uso a la que brindarle una atención especial en la cinegética nuestra de cada día. Este paseriforme gregario y oportunista no es un estimado trofeo con el que medir el tiro ni un manjar exquisito que contente al menos exigente de los paladares.
Andrés López | 28/10/2009

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Más bien, la picaza está considerada como un enemigo al que combatir o al menos controlar y poco más, sin embargo, para los cetreros de todos los tiempos, la picaraza ha supuesto y supone uno de los más escurridizos objetivos con el que enfrentarnos, uno de los rivales más duros, ágiles e inteligentes con los que se puede medir un ave de presa.
Un peregrino picacero bien entrenado puede dar caza a dos o tres urracas diarias, lo que podría suponer un método de control de córvidos muy efectivo
La urraca, blanca, marica, picaza o picaraza es uno de los córvidos más pequeños que viven en nuestros campos, habitando desde el corazón de las grandes ciudades hasta cualquier otro ecosistema de los que tapizan la piel de toro, a excepción de las más altas cotas de las montañas donde parte de su protagonismo ecológico es usurpado por sus enlutadas parientes, chovas y grajillas, y de los más escondidos bosques donde suele reinar el polícromo arrendajo.
La urraca es un superviviente nato, un oportunista de la más alta escuela. Prolifera a expensas de los residuos humanos, de sus productos agrícolas y desechos ganaderos y cumple corno un depredador de primera línea, ante un dilatado listado de especies de insectos, micromamíferos, anfibios, reptiles y aves, lo que la ha llevado a ser perseguida y odiada por la mayor parte del colectivo de afectados. Esta secular y continuada persecución ha hecho de la picaza un ser alerta y avisado, inteligente y ladino, que ha aprendido cuando el ser humano está en son de paz y es susceptible de ser parasitado y cuando pretende cobrarse su pellejo y llega la hora de poner tierra (o cielo) de por medio.
Por tanto, los cetreros nos enfrentamos a uno de los más complicados enemigos, que a esta astucia y suspicacia une muchas veces la defensa en grupo, la fuerza de un pico y unas garras capaces de disuadir a más de uno de nuestros colaboradores alados y una agilidad endiablada que suele exhibir sin tapujos en cada uno de los lances.

Las aves

Son muchas las aves de cetrería capaces de dar caza a la blanquinegra, pero hoy nos vamos a centrar en las especies de alto vuelo. Entre los mejores halcones para la caza de urracas destacan los peregrinos, borníes y aplomados, aunque no es descartable el intentarlo con otras especies como sacres, lagares e incluso con sus híbridos. Los mejores que he conocido han sido siempre peregrinos, tanto torzuelos como primas. El único requisito es una musculación a toda prueba para resistir los quiebros, fintas y regateos de la colilarga picaza.

Los perros

Seguramente sea esta variante cetrera una de las que menos utilice a los perros, ya que la urraca no precisa de los mismos, por regla general, para ser desalojada de su escondite, aunque se conocen algunos casos de excelentes canes picaceros capaces de ventear entre el pasto a las picarazas ocultas recién acuchilladas y de levantarlas a la orden del halconero en el momento más propicio para el peregrino. Anécdotas aparte, dejaremos a los mejores amigos del hombre para auxiliarnos en otros menesteres y nos dedicaremos exclusivamente al buen entrenamiento de las aves de presa.

El medio

Para cazar urracas con halcones se requiere idealmente un terreno mixto, en el que predominen los grandes claros donde realizar y finalizar los lances, intercalados o festoneados por ribazos trastejables, árboles o arbustos dispersos, en los que las urracas se puedan esconder del ataque de los halcones para permitirnos realizar vuelos posteriores. Si el terreno fuese muy abierto, las picarazas no se encerrarían en mata alguna, limitándose a huir hasta la extenuación sin darnos ninguna opción a rematar con eficacia un solo lance. Si por el contrario, el cazadero fuese muy cerrado, los lances de alto vuelo no serían muy viables por carecer de zonas abiertas donde rematar la cacería.
Un llano adehesado podría convertirse en el escenario ideal para practicar esta divertida modalidad.

El entrenamiento

Si pudiéramos tener manso y musculado a nuestro halcón para mediados de junio, todo sería más sencillo. Bastaría con soltarle uno o dos escapes de urraca en días alternos antes de buscar un lance sencillo con jóvenes igualonas recién salidas de los nidos. Después todo vendría rodado, en cada jornada nuestro halcón tendría más fe y más alas, a la par que las volantonas se irían curtiendo progresivamente con el avance de las fechas, hasta llegar al núcleo del verano con toda plenitud, tanto presas como predadores, realizando capturas de lo más espectacular ya en las puertas del otoño.
De no llegar a tiempo a bregar con los pollos, será conveniente reforzar con vuelos al señuelo. Sirven perfectamente las pasadas al cimbel incrementadas progresivamente, las tiras kilométricas o a la cometa. El objetivo es lograr halcones atletas, infatigables y perseverantes, capaces de superar con la forma más óptima las decepciones de los primeros fracasos con la caza real. Antes de verlos frustrados y desalentados tras marrar varios regates, sería conveniente premiarlos con algún escape, hecho con mucho disimulo, pero sin abusar de ellos, pues en caso contrario pronto aprenderían a distinguir las maricas camperas de las del morral y fomentaríamos su falta de entrega en los lances. Convendría llevar una de estas urracas siempre preparada durante la primera temporada de nuestros pájaros, con el fin de premiarlos ante un lance bien trabajado en el que la protagonista logró escabullirse en el último momento en la hura de un conejo, en un muro de piedra, en un majano, etc.

La caza

Existen distintos modos de cazar a las urracas con halcones: el primero es lanzando a vista, a urraca levantada. Cuando avistamos una o varias picazas a lance, quitamos la caperuza al halcón o a los halcones y los lanzamos directamente en su persecución. Lo normal es un acoso reñido que termina en la primera defensa posible, a veces un árbol, un matorral, un simple poste o un triste ribazo. Allí algunos halcones esperan penduleando en el viento y otros suspendidos en concéntricos tornos, los más esperando el desalojo a baja altura y algunos otros trepando al azul como en diferentes vuelos de altanería. Llegado el cetrero y sus ayudantes al improvisado escondite de la presa, el objetivo se centra en desalojarla por todos los medios (voces, gestos, bastonazos o pedradas) en dirección al claro más abierto en el peor momento posible para ella que es cuando el halcón está a punto de sobrepasar la cerrada defensa con el viento en cola. Casi nunca sale bien, la urraca sale anticipada o retrasa su desalojo hasta que el halcón se ha pasado viento abajo, aprovechando las décimas de segundo para huir pico a viento hacia otra herida. Otras veces, asoma un instante sus alas en el claro precipitando el ataque del halcón para volverse ipso facto con alevosía a la seguridad de la defensa primitiva, saliendo de nuevo con el halcón ya burlado y sin altura para alejarse entre sarcásticas risotadas de triunfo. Los ataques pueden sucederse de este modo y encadenarse hasta la extenuación, terminar en trabajada captura en una de las mortales acometidas de nuestros pájaros o acabar con la urraca escurrida en el perdedero maldiciendo en su indescifrable lenguaje de pájaro nuestras malévolas intenciones. Aguantar ese ritmo de caza, correr y auxiliar a nuestros pájaros cada vez que encierran a las blanquinegras dueñas de nuestro sinvivir en una nueva herida, requiere una forma física y una capacidad de sacrificio por parte del cetrero que se ha de asemejar fielmente a la de los halcones picaceros que habitualmente nos sobrevuelan. No todos los halconeros sirven para estos vuelos de total entrega, en los que nos dejamos la piel y los pulmones en cada interminable lance, es preciso estar hecho de una materia especial que se pule día a día con constancia, sacrificio y una buena dosis de ilusión.
Pero las urracas también pueden cazarse por la más pura altanería, dejando a los halcones evolucionar en el aire, sin ver su presa en ningún momento, hasta que se sitúan en altas cotas. Tras montar a una altura considerable, las urracas se desalojan en el mejor momento para el halcón y la maravilla de los picados vuelve a aparecer, la mayor velocidad del planeta envuelta en plumas de seda buscando el ágil y escurridizo cuerpo de las reinas del quiebro, todo un desafío, que unas veces acaba en frustración y otras en júbilo y gozo. Es tan dura de cazar la urraca que muchas veces requiere para su captura el concurso de una copla de halcones, una entrenada y compenetrada pareja que en ataques combinados logran culminar con éxito tan difícil objetivo. Es de las pocas especies que exige aunar y sumar la velocidad de un par de buenos peregrinos para dar con su enlutado pellejo, eso nos da una ligera idea del rival tan especial que nos aguarda cada nuevo día en el campo. Si bien es cierto que un peregrino picacero bien entrenado puede dar caza en terreno apropiado a dos o tres urracas diarias, lo que podría suponer un método de control de córvidos muy efectivo para tener en cuenta en buena parte de nuestros acotados.
Andrés López

ENTREVISTA A ALBERTO BELTRÁN
Después de mucho tiempo de amistad con Alberto Beltrán gran cetrero y mejor persona al abrir este blog pensé en que la primera entrevista se la haría a él. Y la verdad es que ha dado la talla.

Pues nada más aquí teneis la entrevista.


PREGUNTAS:



¿COMO TE INICIASTE EN ESTE ARTE?

De casualidad y gracias a que coincidí en el trabajo con Jesús Plaza (ahora presidente de la Asociación de Halconeros de Aragón), hablábamos diariamente de la cetrería y de las rapaces, y como él tenía un poquito de experiencia en este noble arte, poco a poco nos fuimos introduciendo en este mundo compartiendo esta afición. Gracias también que pudimos contar con la Asociación de Halconeros de Aragón, en la que nos acogieron con los brazos abiertos.



¿EXÁCTAMENTE QUÉ ES ARTE DE LA CETRERÍA?

Podemos definirla como el arte de criar y adiestrar rapaces para cazar con ellas, es decir, algo que nace en beneficio del hombre, que el ave cace para nosotros.

El año pasado fue distinguida por la UNESCO como PATRIMONIO INMATERIAL DE LA HUMANIDAD, algo que nos hace sentir orgullosos de seguir una tradición milenaria, tan antigua que se pierde en los siglos.


¿CUÁNTOS AÑOS LLEVAS PRACTICÁNDOLO?

Ya son nueve los años que llevo en esto, pero se han hecho muy cortos, ya que día a día vas aprendiendo cosas nuevas.

Tenemos en Aragón buenos maestros cetreros como son Imelda Ruiz Bandrés y Alfonso Pérez Perdigón (su marido) que llevan muchos, muchos años, practicando y enseñando este arte. Ellos fueron los pioneros.


¿QUÉ HACE FALTA PARA PRACTICARLO?

Mucha paciencia y constancia, pero antes de nada, es necesario adquirir unos conocimientos previos básicos (alimentación, cuidados, material necesario…) que te aseguran que al adquirir tu ave, estés en condiciones de adiestrarla sin riesgos y así poder disfrutar de este noble arte.


¿QUÉ AVES SE UTILIZAN?

Todo tipo de rapaces, grandes y pequeñas, desde cernícalos a halcones sin dejar de nombrar las águilas, siempre con los condicionantes que nos impone la ley, en este caso regulada por la Comunidad Autónoma de Aragón, en la que no se permite el uso de las rapaces nocturnas ni los machos de alóctonas para la cetrería, es decir para cazar con ellos.


¿CUÁL ES LA MEJOR?

Cada rapaz tiene sus características y cada cetrero sus gustos y condicionantes. No es lo mismo un cetrero que viva en la ciudad que otro que dispone de campos para poder volar a diario. También el tiempo que podemos dedicar al ave, es otro condicionante a la hora de decidirnos el tipo de ave, ya que las hay que necesitan una mayor dedicación. Y algo fundamental a la hora de elegir una rapaz será el tipo de presa que podemos cazar con ella (perdiz, conejo, codorniz, patos…).


¿ES DIFICIL MANTENER ESTAS AVES Y PRACTICAR LA CETRERIA?

En mi caso, al hacer espectáculos, tengo que volar distintos tipos de aves, incluidas las nocturnas y buitres, además de halcones y águilas, con algunas puedo practicar la cetrería y con otras no. El mantenimiento es muy parecido pero cada especie requiere un adiestramiento muy específico.



¿QUE PROYECTOS HAS REALIZADO Y CUALES LLEVAS ENTRE MANOS?

Si algo he aprendido en estos años, es que hay que ir despacio para poder llegar un poquito lejos. Los sábados y domingos por la tarde, realizo un espectáculo de vuelo libre en el Parque de Atracciones de Zaragoza, también voy a algunos colegios a hacer talleres con las rapaces y me gustan mucho los espectáculos y mercados medievales, en especial el de Daroca, al que considero el mejor de la Comunidad de Aragón.


¿QUE HA APORTADO LA CETRERIA EN TU VIDA?

Muchas cosas pero sobre todo, destacaría el amor por la naturaleza, esa complicidad con tu ave que te hace sentirte parte de ella.






Alberto en el mercado medieval de Daroca
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HISTORIA DE LA CETRERÍA
Por: José M. Fradejas Rueda





Si la cetrería tuvo una época dorada, desde luego esa fue la Edad Media. A lo largo de los 1.000 años que abarca este período histórico, y en especial lo que se conoce como la baja edad media, más o menos desde el siglo X hasta el XV, la caza con halcones y azores disfrutó de su mayor auge y difusión.
No se sabe a ciencia cierta cuándo ni dónde se inició la cetrería en Europa. Lo que sí es cierto es que los pueblos germánicos la practicaban y le tenían un gran cariño y aprecio a sus aves de caza. En las Leyes Burgundias otorgadas bajo el reinado de Gundobad (500 - 505 d. C.) la pena por robar una ave de cetrería era que el ladrón debía de dar seis onzas de carne de su propio pecho para alimentar al ave, o en su defecto pagarle al dueño seis sueldos y pagar, además, una multa de otros dos. A decir verdad, las leyes medievales sobre las aves de cetrería eran terribles para los que las infringían. En el Fuero viejo de Castilla se cuenta una fazaña en la que un hombre mató un azor que le robó una gallina, y le costó a él la vida: Esto es por fasannia de don Diago Lopes de Faro: andaua a caçar en Bilforado e vn astor en Varrio de Vinna tomo vna gallina. Et vino el gascon e mato el astor, e mandol' don Diago prender et asparle en un madero; e pusieron le al sol aspado e que souyesse y fasta que muriesse.
Pero en la EdadMedia todo no era tan cruel, como se nos hace creer, y la cetrería tenía su aspecto amable y cortés, pues la cetrería no era una actividad que practicara un cazador en solitario. Si creemos a don Juan Manuel, y no hay motivos de dudar de su veracidad, para hacer buena caza y cumplida eran necesarios dieciocho halcones (Libro de la caza, cap. XI, final), lo cual suponía un buen número de gentes además de los cazadores, halconeros, ojeadores y otras compañas, entre las que se encontraban las damas, pues éstas también gustaban de cazar.
Estas partidas de caza favorecía encuentros amorosos. O, como ocurre en la Celestina, la huída del halcón de Calisto, propicia que éste entre en la huerta de Melibea y la conozca y se enamore de ella. De esto más sabemos por la literatura que por la historia, como, por ejemplo, de cómo pasaba el día una dama francesa en el siglo XV, Jean de Bellengues, dama amiga de Pero Niño, de quien se nos cuenta en El Victorial que: Desde que se levantava de dormir, iva a cavalgar, e los donzeles tomavan los gentiles, ella tenían conçertadas las garzas. Poníase la dama en un lugar, y tomava un falcón gentil en la mano. levantava[n] los donzeles, e lançzva ella su falcón tan donosamente e tan bien que nonpodía mejor ser. Allí veríades fermosa caza y gran plazer; allí veríades nadar canes, e tañer atanbores, e rodear señuelos, e damiselas e gentiles-honbres por aquella ribera, aviendo tanto plazer que se non podría dezir.
La cetrería fue un deporte, por emplear un término actual, que era básico en la educación de todo caballero medieval. Todas las obras medievales que tratan de la educación de los caballeros, nobles y príncipes hablan del papel fundamental que juega la caza en su educación. Para el Príncipe don Juan Manuel, según nos cuenta en su Libro de los estados, era tan importante como las lecciones de gramática, por lo que el joven noble debía pasar la semana "eyendo salvo el día del domingo ... [que] no se deve ni leer ni ir a caza. Esta educación se impartía a los nobles desde la más tierna infancia, y así Juan Manuel dice que si fuere de hedat que pueda andar a cavallo et sofrir la fortaleça del tiempo, non deve dexar, por fuerte tienpo que faga, de ir a caça en cavallo [...] et quando andudiere a caça, deve traer en la mano derecha lança o ascoña o otra vara; et en la isquierda deve traer un açor o un falcón. et esto deve fazer por acostumbrar los braços: el derecho, para saber ferir con él, et el isquierdo, para usar el escudo con que se defienda [...] et deve poner espuelas al cavallo, a vezes por lugares fuerte, et a vezes por llanos, por que pierda el miedo de los grandes saltos et de los lugares fuertes et sea mejor cavalgante.
Pero, como con todo lo humano, hubo abusos. No en vano, el rey Alfonso X en una de sus Cantigas de Santa María llegó a decir que la caza era uno de los mayores vicios. Hasta tal extremo se llegó que, a mediados del siglo XV español, un descnocido autor llamado Evangelista escribió una fortísima sátira sobre la cetrería, tanto de cazadores como de sus aves. A principios del siglo siguiente un escritor aragonés, Fernando Basurto, publicó un librito titulado Diálogo del cazador y del pescador (Zaragoza: George Coci, 1539) en el que recriminaba a un joven cazador de azor por su malhadada actividad, de la que no sacaría nada bueno. Además, que castellano no recuerda cómo obtuvo la independencia el conde Fernán González del rey de León, por el deseo de tener un azor y un caballo, Castilla obtuvo su independencia de León, tal y como lo narra el Poema de Fernán González.
LA CETRERÍA EN EL RENACIMIENTO
Durante el Renacimiento la cetrería siguió teniendo una gran estima y fue enórmemente preciada por lo nobles, como lo demuestran las muchísimas representaciones que se conocen y conservan, así como por los muchos libros que sobre el tema se escribieron y publicaron, no sólo en España sino en toda Europa. Felipe el Hermoso. S. XVI Sin embargo, a lo largo del siglo XVII se inició un lento e inexorable declive de la cetrería. En gran medida se debió al perfeccionamiento y popularización, dentro de lo que cabe, de las armas de fuego, así, los aficionados a la caza tuvieron una nueva modalidad cinegética, menos engorrosa y complicada, que les colmó de satisfacciones. También debieron de influir las corrientes puritanistas que azotaron toda Europa, la Reforma y la Contrerreforma, con lo que ideas que en el mundo medieval no se llegaron a plantear, como la posible pecaminosidad que subyacía en la caza, y que ésta en la biblia sólo fue practicada por hombres malos y perversos, recorrió las conciencias europeas.
A pesar de ello, en toda Europa se siguió practicando la cetrería, aunque en España estaba en franco declive. La casa real seguía teniendo su Cetrero Mayor y una especie de departamento llamado Real Volatería, también se seguía legislando sobre el tema, pero más por tradición legal que por regular una práctica casi inexistente, como lo demuestra que los grandes pintores del barroco español no nos hayan legado ninguna representación de una partida cetrera mientras que abundan las cacerías de jabalíes o los cuadro de reyes y nobles ataviados para la caza y acompañados por sus perros y armas de fuego.
En esta época es cuando la cetrería se exporta, de mano de los españoles, al Nuevo Mundo. Algunos autores, cegados por la falsa interpretación de una palabra (volatería) en los escritos de Hernán Cortés han sostenido que los aztecas la practiban. Otros han querido ver que fue llevada a América por Critóbal Colón en su primer viaje, en 1492, porque en su Diario del descubrimiento se mencionan los cascabeles. Varias veces los menciona, y en el relato del día 22 de octubre menciona "un cascavel d'estos de pie de gavilano", pero lo hace como término de comparación como como indicio de que llevara cetreros y gavilanes en él en ese primer viaje. Es en el segundo viaje, acaecido en 1493, cuando tenemos noticias fidedignas de que entre los hombres que acompañaron a Critóbal Colón iba un cetrero, de nombre Pedro Dársena, que recibió 620 maravedíes por su trabajo.
LA CETRERÍA EN EL MUNDO MODERNO Y CONTEMPORÁNEO
En el siglo XVIII hay un cierto interés academicista y la cetrería aparece en las páginas de algunos reputados literatos españoles como Jovellanos, quien estableció que la cetrería debió de llegar a España de la mano de los godos, o las páginas del padre Sarmiento dedicadas a la etimología de la palabra cetrería.
A decir verdad, la cetrería casi se extinguió en toda Europa a lo largo del siglo XVIII, aunque quedó algún reducto en las islas británicas y en los Países Bajos, en la comarca conocida como Valkenswaard, donde se mantuvo una interesante saga de halconeros holandeses que entroncaba con los halconeros bramanzones de los que hablaba Pero López de Ayala en 1385, y que hubieron de emigrar a las islas británicas para poder ejercer su arte. Así, en 1775 el Coronel Thornton fundó, con la ayuda de Lord Oxford, un Hawking Club que desapareció en 1838. Sin embargo, ese fue el origen del resurgimiento de la cetrería en Europa, pues con algunos de los miembros del desaparecido Hawking Club y bajo el patrocinio de la casa real holandesa se fundaría el Royal Loo Hawking Club, que desapareció años después, en 1853. Portada del primer número de Der Ordensfalke.
A pesar de ello, la cetrería fue ganando adeptos e incluso se llegó a utilizar como arma bélica durante el sitio al que sometió Bismark a la ciudad de París en 1871, pues se utilizaron algunos halcones peregrinos para abatir las palomas mensajeras que los parisinos utilizaron para comunicarse con el gobierno que se encontraba en Tours. El renacimiento total de la cetrería se dio en el período de entreguerras. En 1923 H. Goering impulsó la Deutscher Falkenorden fundada poco antes. Esta asociación sigue existiendo, con lo que es el club cetrero de mayor solera, además ha publicado desde entonces una revista que ha merecido un trabajo recopilatorio del cetrero alemán Peter N. Klüh (Bibliotheca Falconaria: 75 Jahre "Deutscher Falkenorden" im Spiegel seiner Schriften (Darmstadt, 1998)). En 1946 se fundó el British Falconers Club con los restos del Old Hawking Club y, así, poco a poco, se fueron fundado clubes cetreros por toda Europa y Norteamérica con una poderosísima North American Falconers Association (NAFA) que publica una de las más interesantes revistas sobre el tema.
También está resurgiendo la cetrería Hispanoamérica, una de sus últimas incorporaciones han sido los Cetreros del Valle de México que editan la revista Rapaz. Más recientemente se han ido creando escuelas de cetrería, sobre todo en Gran Bretaña (The British School of Falconry) y espectáculos cetreros como Le Aigles de Provins. Asímismo se han creado grupos conservacionistas entre los cetreros con interesantes proyectos como el The Peregrine Fund norteamericano o The Hawk Conservancy británico.
En España hubo un cierto interés academicista, erudito y caballeresco a lo largo del último cuarto del siglo XIX. Es la época en la que se publican las primeras ediciones de los clásicos medievales de cetrería, como el Libro de la caza Juan Manuel (1879), el Libro de la caza de las aves de Pero López de Ayala (1869 y 1879) o el Libro de cetrería de Juan de Sahagún (1885) y se dan cuantiosas noticias de la práctica cetrera en el periódico quincenal La Ilustración Venatoria (1878-1885), que dirigió el político y erudito José Gutiérrez de la Vega, cuya la labor se vio arropada por la de otros eruditos como Francisco de Uhagón o Enrique de Leguina. En esta época se inicia el coleccionismo y la catalogación de todas las obras de caza españolas, una de las literaturas mejor conocidas. José Gutiérrez de la Vega.
Sin embargo, el resurgimiento de la práctica cetrera en España vino de la mano del doctor Félix Rodríguez de la Fuente, magistral maestro que desenterró una vieja práctica casi totalmente desconocida en España y se la mostró al mundó, legándonos unas inolvidables secuencias televisivas y un magnífico manual -El arte de cetrería (1965 1º edic., y 1970 2ª edic.)- con el que se ha formado la gran mayoría de los cetreros españoles e hispanoamericanos de la actualidad.
Pero este renacer de la cetrería ha pasado por momentos oscuros y amargos, como cuando se estableció la prohibición de la cetrería (ley 4/1989) ya que se consideraba la cetrería como un método cinegético no selectivo y masivo. Gracias a una sentencia del Tribunal Contitucional la práctica legal ha sido restaurada en unas cuantas comunidades y cada día atrae a más gentes. Sin embargo, hay un amplio debate en contra de la práctica de la cetrería por parte de los conservacionistas y los ecologistas (CODA), que pretenden y reclaman la prohibición total de la cetrería ya que perjudica a la población de aves rapaces, aunque sus argumentos son por lo general exagerados, cuando no falsos (véase la constestación al manisfiesto de la CODA recogido en la revista electrónica Plumas para la caza). Aunque a veces los mismos cetreros, o algunos mal llamados cetreros, han dado alas a las iras de los proteccionistas ya que han expoliado nidos de rapaces y han traficado ilegalmente con algunos pájaros.
A pesar de estos pseudo-cetreros y de los conservacionistas a ultranza, la cetrería goza de una excelente salud y perspectiva, como lo demuestran algunos centros de cría en cuatividad o de recuperación de aves de presa o los programas de control de fauna en los aeropuertos, pues los mismos cetreros, los auténticos cetreros, son los primeros interesados en la conservación y protección de las aves de presa, pues son su pasión y su devoción.
Ya desde la Edad Media hubo reyes cetreros, como Alfonso X, que establecieron la protección de los nidos de las rapaces, de sus huevos, crías y cómo y cuándo se debían hacer los desnides: Que non tomen los huevos a los açores.- Otrossi mando en razon de los açores, que non tomen los huevos a los açores, nin a los gavilanes, nin a los falcones. Et que non saquen nin tomen açor nin gavilan del nido fata que sea de dos negras. Et los falcones que non los tomen fata mediado el mes de abril. Et que nenguno non sea osado de sacar açor nin falcon nin gavillan de mios regnos si non fuere con mio mandado. Et el que sacare qual ave quiere destas de los regnos, que peche el ave doblada. Et peche demas en coto por cada ave .C. maravedis. Et el que tomare açor o falcon o gavilan, o huevos contra este mio coto sobredicho, quel corten la mano diestra. Et si otra vegada gelo fallaren quel enforquen. Et si non oviere el coto sobredicho que yaga en mi prision quanto fuere mi merçet. Que non tomen açor nin falcon nin gavilan yaziendo sobre los huevos nin faziendo su nido.- Otrossi mando que a açor nin ha falcon nin ha gavilan, quel non tomen yaziendo sobre los huevos, nin faziendo su nido, nin mientra que toviere fijos ho huevos. Et açor mudado nin gavilan nin falcon borni nin bahari quel non tomen de una muda adelante. Et los falcones neblis que los tomen mudados o como mejor pudieren. Et qual quiere que nenguna cosa destas fiziere, quel corten la mano, et si otra vegada lo fiziere quel enforquen por ello (Cortes de Sevilla de 1252).


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Artes Tradicionales
Una vez que el perro localiza al ave en el suelo, éste esperará en la posición de tumbado al lado de su colega a que lleguemos a pie para controlar la situación.

Cetrería con Perro

Texto y Fotos: Julio César P. GUERRA

LA CETRERÍA CON PERRO FUE EN SU DÍA ESPECTÁCULO DE REYES Y HOY ES PRIVILEGIO DE UNOS POCOS. CUANDO UNA PERSONA SE DECIDE A ADENTRARSE EN EL MUNDO DE LA CETRERÍA NO PUEDE IMAGINAR HASTA DÓNDE LLEGARÁ ESE VÍNCULO CON EL PERRO Y CON NUESTROCAZADOR ALADO.

La cetrería fue el principio y la causa de los perros de muestra. Personalmente, no concibo otra forma de entender esta singular forma de cazar que acompañado del perro. Y es que el nacimiento de la cetrería viene parejo con la domesticación del perro, sin el cual los cetreros no seríamos lo que hoy somos. Sé que algunos cetreros actuales no comparten esta afirmación de acompañarse del perro para realizar un lance por el hecho de tener que portar un elevado número de aperos y a veces de halcones, además de asegurar en caso de la pérdida del halcón (para el bajo vuelo es distinto) una pronta localización para evitar accidentes, hace necesario el uso del vehículo para realizar el lance lo más cercano posible.
Una vez localizadas las presas, todo transcurre como si se tratase de un cazador convencional. Como solemos decir los que estamos al pie del cañón: “los cetreros no ejercemos para llenar el morral, sino para disfrutar del lance”. Y a los que soñamos despiertos nos resulta inigualable disfrutar de la belleza que supone estar al lado del perro de muestra esperando a que le indiquemos cuándo debe avanzar para, a continuación, ver el desenlace que tanto hemos ensayado en el campo de pruebas o entrenamiento. Aquí es donde algunos cetreros prefieren ser ellos mismos quienes hagan las veces del can y empujar a las perdices a levantar el vuelo. Durante siglos, la cetrería fue un referente en cuanto al perro de muestra se refiere, ya que fueron las exigencias que imponía esta modalidad cinegética las que dieron como consecuencia el nacimiento de los perros de muestra.
PARA COMENZAR.
Personalmente, no concibo una cetrería sin perro. Si decides que este colaborador entre a formar parte de tu equipo en la caza has de adquirirlo cuando es aún un cachorro. He conocido algún caso aislado donde un perro adulto, proveniente de la caza con escopeta, es introducido a la caza mediante cetrería y llega a respetar al ave, pero es posible que esto no suceda y estemos poniendo en peligro a nuestra ave de presa. Porque, no se nos olvide, no sólo debe respetarla cuando está enjardinada en su posadero sino, lo que resulta más difícil, cuando está con la pieza entre sus garras. Aquí, el perro acostumbrado a portar la pieza en su boca, intentará quitársela para llevarla ante nosotros. Haciéndonos con él desde pequeño, esto no sucederá. El joven cachorro ha recibido algún que otro picotazo de nuestra ave, mostrándose sumiso ante ella cuando se encuentra con la pieza recién abatida. No debemos ponerlo a prueba con un azor o con las poderosas águilas, pues puede que el joven perro no lo resista y no sólo no lo vuelva a hacer, sino que si se trata de un perro con poco carácter es posible que rehúse la presencia del ave de por vida, terminando con la alianza que les teníamos reservada. Deberemos ser mucho más sutiles e introducir el perro muy poco a poco y solamente cuando estemos nosotros presentes.
EL MISMO ESFUERZO.
Un cazador que se preste, tanto si emplea para la caza un arma de fuego como un halcón, requerirá de los servicios de un perro. En ocasiones hemos oído eso de… “me estorba más que me ayuda”. Un mal enfoque del adiestramiento de nuestro perro ha provocado esta afirmación. Aplicando por nuestro lado un correcto adiestramiento, ‘él’ siempre nos dará más satisfacciones que problemas, independientemente de la modalidad que empleemos. Sólo requiere adaptarlo a la forma de cazar, repercutiendo sin duda nuestro esfuerzo en una mayor satisfacción. Cuando el perro es un cachorro, lo más importante es que se desarrolle, que corra y que juegue con los de su misma especie, y nuestro halcón no es lo adecuado para este momento. Por eso no deberemos dejarle a solas con el ave, solamente estarán juntos cuando nosotros estemos presentes, al menos hasta que éste tenga unos ocho meses de edad. Aún así, les dejaremos juntos en contadas ocasiones y solamente cuando hayamos observado que la respeta completamente. Una vez tengamos al ave con la fase superada de comer en el puño y en señuelo correctamente, aparecerá en escena el perro, que por entonces deberá presentar un aspecto relajado y sumiso echándose relativamente cerca de lo que será su fiel compañero de caza. A partir de este primer encuentro, siempre nos acompañará en las salidas al campo, llegando a ser uno más de la pandilla para el pájaro. Sin entrar aquí en cómo se debe entrenar un perro de caza, para lo que ya existen multitud de manuales o profesionales que lo educarán adecuadamente, lo que sí aconsejo es que les entrenemos por separado, pero con el mismo tiempo de dedicación que se emplea en< conseguir un buen ave y solamente cuando ambos estén aptos los podremos introducir en la caza. Entonces podremos conseguir un armonioso binomio y no un dolor de cabeza. Es como ir con el halcón a cazar perdices antes de tener la altura adecuada, lo único que haremos será ir en busca de nuestro halcón por el campo, que intentará vuelos frustrados una y otra vez.


El cazador, la polémica belleza de la cetrería
La cetrería


La sombra de un halcón se desliza por los campos de Castilla. Un pequeño grupo de perdices, aterrorizadas por la presencia de la rapaz, trata de mantener la calma y no levantar el vuelo. Saben que en el aire tienen muy pocas probabilidades de sobrevivir.

Pasan unos minutos, crece la tensión, y, finalmente, el miedo las vence: las perdices se levantan con su poderoso sprint e inician una huida desesperada. Desde los cielos el halcón elige a su víctima, y se deja caer en un picado suicida. Es un proyectil viviente que casi alcanza los trescientos kilómetros por hora cuando golpea con sus garras el cuello de la patirroja, que se rompe y cae al suelo como un trapo. Ya en tierra, junto a unos tomillos, el halcón arranca a picotazos las plumas del pecho de la perdiz y devora grandes trozos de carne roja y caliente.

No muy lejos de allí, en un encinar convertido en bosque por una tupida red de matorrales, un azor acecha. Desde su posadero favorito, una rugosa rama que le hace invisible, contempla cómo un conejo sale de su madriguera y se dispone a comer. Sin dudarlo, el pirata de la espesura se lanza al vacío. Vuela tan pegado al suelo que rompe las espigas con el pecho y las alas. En el campo sólo se escucha ese susurro. Y los chillidos histéricos del conejo que, sorprendido por la espalda, se debate entre unas garras creadas para matar.

La naturaleza en estado puro. La vida y la muerte en unas escenas sublimes de caza. Sólo un pequeño detalle rompe el salvaje equilibrio: unas correas de cuero, unos cascabeles y las antenas de unos diminutos transmisores cuelgan de los tarsos del halcón y del azor. No se trata de animales libres. Son un halcón y un azor practicando la cetrería, una vieja forma de caza creada por el hombre que consiste en adiestrar aves de presa con el fin de que capturen para él otros animales. El halcón, la altanería: remontarse hasta perderse entre las nubes y descender como un obús para capturar perdices, palomas, codornices... El azor, el bajo vuelo: capturar a pocos centímetros del suelo y en trechos cortos, gracias a su gran potencia, conejos, liebres y algunas aves.

Esta práctica cinegética, que en España se remonta a la baja Edad Media y en el mundo al Neolítico, enfrenta a cetreros y ecologistas. Los primeros defienden este sistema diferenciado de caza, y lo consideran un arte que lleva al animal a una profunda y libre alianza con el hombre. Los segundos están convencidos de que esta fórmula de caza atenta de muchas y muy diferentes maneras contra la fauna salvaje y el equilibrio natural.

La historia está del lado de la cetrería. Cuando el Cid inicia su destierro vuelve la vista hacia Vivar, y llora al ver en sus casas "las puertas abiertas sin postigos ni candados / y las alcándaras vacías sin pieles ni mantos / y sin halcones y azores mudados". Durante años, en la región de Borgoña el castigo impuesto al ladrón de una de estas aves consistía en el corte de seis onzas de su propia carne, que se entregaban como alimento al animal. En Europa algunos reyes exceptuaban la espada y el halcón en los embargos, asegurando que era todo lo que necesitaba un hombre para seguir viviendo: la espada para defenderse y el halcón para alimentarse. Más recientemente, en 1963, Félix Rodríguez de la Fuente llevó a Saud Ibn Abdul-Aziz, rey de Arabia Saudí, una pareja de halcones peregrinos, el único regalo oficial con el que Franco fue capaz de despertar la atención de alguien que lo tenía todo.

Pero el tiempo fue dando la espalda a la cetrería. Pese a disfrutar esta caza de una gran tradición en España, las rapaces diurnas son consideradas alimañas, y por lo tanto perseguidas de forma oficial, hasta que en 1973 un decreto prohíbe su caza, captura y comercio. Muchas de estas aves, incluyendo las dos más utilizadas en cetrería (halcones y azores) ven cómo sus poblaciones, acorraladas por las escopetas de los cazadores, los venenos furtivos y la pérdida de hábitats, disminuyen hasta encontrarse en grave peligro de extinción. Los cetreros, tradicionalmente acusados del expolio de nidos, viven momentos amargos tras la muerte de Rodríguez de la Fuente, uno de los mayores defensores de esta técnica.

Hoy las circunstancias parecen haber cambiado. En España, el cetrero moderno, y por supuesto legal, sólo utiliza aves criadas en cautividad. El centro La Halconera de Arganda del Rey, en Madrid, no sólo es la primera escuela de cetreros de España: también proporciona halcones (145.000 pesetas) y azores (150.000 machos, 230.000 hembras) criados en sus instalaciones. "El año pasado vendimos unos sesenta pájaros", comentan los propietarios, "muchos criados por nosotros y otros importados de diferentes países europeos. Si vienen de fuera, todos tienen su certificado CITES (Comercio Internacional de Especies Amenazadas). Si han nacido en cautividad en España sólo necesitas que el pájaro esté convenientemente anillado y que se someta cada año a la revisión correspondiente por parte de su comunidad".

"Pero que nadie se confunda, porque tener uno de estos pájaros en casa, sin volar y sin cazar, no es ser cetrero, es ser un criminal", advierte un viejo halconero. "Necesitamos mucho tiempo para dedicarle a cada animal. Los halcones, por ejemplo, deben volar todos los días. Esto implica poder desplazarnos a diario a una zona de campo amplia, despejada. Y en temporada de caza, contratar un coto. Y entrenar un perro para que se acostumbre al pájaro. En los tiempos en los que vivimos es difícil que alguien pueda permitirse todo esto".

Una reciente sentencia del Tribunal Constitucional considera que la cetrería, al ser un método de caza selectivo y no masivo, no tiene porqué restringirse. Su regulación queda en manos de las comunidades autónomas. La Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental (CODA) no está de acuerdo con "esta práctica, nefasta para la conservación", y se muestra inflexible en su postura en contra de la cetrería. "En los últimos años se viene asistiendo a un gran incremento del número de expolios de nidos de halcón peregrino y azor", dice en uno de sus comunicados. "Está comprobado que estos expolios son realizados generalmente por personal nacional. Es público y notorio que la mayor parte de estas personas son cetreros o aficionados a la cetrería, que roban para autoconsumo o bien introducen los pollos en las redes locales de cetreros, centros de cría en cautividad o, en ocasiones, para trasladar al extranjero".

La Sociedad Española de Ornitología (SEO-Birdlife) ha denunciado recientemente a un supuesto expoliador que fue detenido por agentes del Seprona en Cantabria cuando portaba tres pollos de halcón peregrino que, al parecer, procedían de un nido cercano. "Se da la paradoja", dicen en la SEO, "de que la persona acusada es presidente de la Asociación Española de Halconeros y, dice, firme defensor de que en cetrería sólo se utilicen especies criadas en cautividad". La Ley Orgánica 10/1995 del Código Penal es muy clara en su artículo 334/1: El que cace o pesque especies amenazadas, realice actividades que impidan o dificulten su reproducción o migración, contraviniendo las leyes o disposiciones de carácter general protectoras de las especies de fauna silvestre, comercie o trafique con ellas o con sus restos, será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o multa de ocho a veinticuatro meses. 334/2: La pena se impondrá en su mitad superior si se trata de especies o subespecies catalogadas en peligro de extinción.

Sería injusto pensar que ningún aficionado a la cetrería actúa correctamente. La Unión Española para la Defensa de la Cetrería y las Aves de Presa (UEDECA) nació a imagen y semejanza de las asociaciones norteamericanas, donde cetreros, conservacionistas y biólogos mantienen buenas relaciones y colaboran de manera habitual. "Los cetreros no negamos la existencia de un expolio de nidos de rapaces de carácter residual, en algunos casos no relacionados con cetreros, contra el que luchamos, parece que con mayor eficacia que las asociaciones ecologistas", afirman. "Como ejemplo de este compromiso señalaremos que fueron cetreros de la Asociación Cántabra de Cetrería, miembros a su vez de UEDECA, los que montaron un dispositivo de vigilancia y seguimiento que dio como resultado la detención del expoliador con tres pollos de halcón peregrino en Cantabria. Conociendo en profundidad a la comunidad cetrera española, podemos afirmar que la inmensa mayoría supera con creces los límites de corrección y legalidad. En el colectivo ecologista también existen transgresores de la ley y de la ética, y no por ello creemos que dicho colectivo merezca una descalificación general".

La CODA cree que "la tenencia en domicilios de estas aves puede ser fuente de numerosas enfermedades", que "la liberación, voluntaria o involuntaria, de especies foráneas puede tener graves consecuencias para las especies autóctonas", y que la Administración "nunca será capaz de controlar la cetrería, ya que existen sistemas hasta para falsificar los chips que identifican a cada ave".

"El riesgo de transmisión de enfermedades no es superior al que supone mantener otro tipo de animales, como vacas, palomas, aves canoras o perros", responde José Manuel Rodríguez-Villa, de la Asociación para la Defensa de la Cetrería. "Por otro lado, todos los cetreros actuales utilizan sofisticados equipos de radio-búsqueda que hacen que no se pueda perder ninguna de sus valiosas aves. Finalmente, es imposible que los análisis de ADN, método utilizado por muchas comunidades autónomas y recomendados por la UEDECA, pueda ser objeto de fraude".

La contribución más importante de la cetrería al mundo de la conservación se encuentra en el campo de la cría en cautividad y la reintroducción en el medio natural. "Los cetreros han sido pioneros en la cría en cautividad de halcones y otras rapaces, y los principales criadores de la actualidad son cetreros", afirma el doctor Tom J. Cale, creador del Peregrine Fund en Estados Unidos. En Norteamérica se han soltado en los últimos veinticinco años más de 6.000 halcones peregrinos criados en estos centros, situando a esta especie fuera de la lista de aves en peligro de extinción. "A los ecologistas españoles les cuesta mucho trabajo aceptar que, en demasiadas ocasiones, los centros de cría y recuperación de rapaces que gestionan no funcionan demasiado bien", dice un cetrero que no quiere identificarse. "Sólo tenemos que fijarnos en los problemas que tienen con las águilas imperiales, rapaces en gravísimo peligro de extinción jamás utilizadas en cetrería".

Félix Rodríguez de la Fuente escribió en uno de sus libros: "El cetrero moderno es un hombre de espíritu sensible, de conocimientos naturales profundos y de espíritu proteccionista sumamente arraigado. Con la cetrería conquisté el respeto a la libertad de todos los seres vivos y la repugnancia más profunda ante lo que signifique dar muerte a un animal mediante los procedimientos ventajosos y poco deportivos empleados por tantos seres humanos".