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martes, 3 de enero de 2012
Articulo sobre cetrería en el el periódico "El mundo"
La sombra de un halcón se desliza por los campos de Castilla. Un pequeño grupo de perdices, aterrorizadas por la presencia de la rapaz, trata de mantener la calma y no levantar el vuelo. Saben que en el aire tienen muy pocas probabilidades de sobrevivir.
Pasan unos minutos, crece la tensión, y, finalmente, el miedo las vence: las perdices se levantan con su poderoso sprint e inician una huida desesperada. Desde los cielos el halcón elige a su víctima, y se deja caer en un picado suicida. Es un proyectil viviente que casi alcanza los trescientos kilómetros por hora cuando golpea con sus garras el cuello de la patirroja, que se rompe y cae al suelo como un trapo. Ya en tierra, junto a unos tomillos, el halcón arranca a picotazos las plumas del pecho de la perdiz y devora grandes trozos de carne roja y caliente.
No muy lejos de allí, en un encinar convertido en bosque por una tupida red de matorrales, un azor acecha. Desde su posadero favorito, una rugosa rama que le hace invisible, contempla cómo un conejo sale de su madriguera y se dispone a comer. Sin dudarlo, el pirata de la espesura se lanza al vacío. Vuela tan pegado al suelo que rompe las espigas con el pecho y las alas. En el campo sólo se escucha ese susurro. Y los chillidos histéricos del conejo que, sorprendido por la espalda, se debate entre unas garras creadas para matar.
La naturaleza en estado puro. La vida y la muerte en unas escenas sublimes de caza. Sólo un pequeño detalle rompe el salvaje equilibrio: unas correas de cuero, unos cascabeles y las antenas de unos diminutos transmisores cuelgan de los tarsos del halcón y del azor. No se trata de animales libres. Son un halcón y un azor practicando la cetrería, una vieja forma de caza creada por el hombre que consiste en adiestrar aves de presa con el fin de que capturen para él otros animales. El halcón, la altanería: remontarse hasta perderse entre las nubes y descender como un obús para capturar perdices, palomas, codornices... El azor, el bajo vuelo: capturar a pocos centímetros del suelo y en trechos cortos, gracias a su gran potencia, conejos, liebres y algunas aves.
Esta práctica cinegética, que en España se remonta a la baja Edad Media y en el mundo al Neolítico, enfrenta a cetreros y ecologistas. Los primeros defienden este sistema diferenciado de caza, y lo consideran un arte que lleva al animal a una profunda y libre alianza con el hombre. Los segundos están convencidos de que esta fórmula de caza atenta de muchas y muy diferentes maneras contra la fauna salvaje y el equilibrio natural.
La historia está del lado de la cetrería. Cuando el Cid inicia su destierro vuelve la vista hacia Vivar, y llora al ver en sus casas "las puertas abiertas sin postigos ni candados / y las alcándaras vacías sin pieles ni mantos / y sin halcones y azores mudados". Durante años, en la región de Borgoña el castigo impuesto al ladrón de una de estas aves consistía en el corte de seis onzas de su propia carne, que se entregaban como alimento al animal. En Europa algunos reyes exceptuaban la espada y el halcón en los embargos, asegurando que era todo lo que necesitaba un hombre para seguir viviendo: la espada para defenderse y el halcón para alimentarse. Más recientemente, en 1963, Félix Rodríguez de la Fuente llevó a Saud Ibn Abdul-Aziz, rey de Arabia Saudí, una pareja de halcones peregrinos, el único regalo oficial con el que Franco fue capaz de despertar la atención de alguien que lo tenía todo.
Pero el tiempo fue dando la espalda a la cetrería. Pese a disfrutar esta caza de una gran tradición en España, las rapaces diurnas son consideradas alimañas, y por lo tanto perseguidas de forma oficial, hasta que en 1973 un decreto prohíbe su caza, captura y comercio. Muchas de estas aves, incluyendo las dos más utilizadas en cetrería (halcones y azores) ven cómo sus poblaciones, acorraladas por las escopetas de los cazadores, los venenos furtivos y la pérdida de hábitats, disminuyen hasta encontrarse en grave peligro de extinción. Los cetreros, tradicionalmente acusados del expolio de nidos, viven momentos amargos tras la muerte de Rodríguez de la Fuente, uno de los mayores defensores de esta técnica.
Hoy las circunstancias parecen haber cambiado. En España, el cetrero moderno, y por supuesto legal, sólo utiliza aves criadas en cautividad. El centro La Halconera de Arganda del Rey, en Madrid, no sólo es la primera escuela de cetreros de España: también proporciona halcones (145.000 pesetas) y azores (150.000 machos, 230.000 hembras) criados en sus instalaciones. "El año pasado vendimos unos sesenta pájaros", comentan los propietarios, "muchos criados por nosotros y otros importados de diferentes países europeos. Si vienen de fuera, todos tienen su certificado CITES (Comercio Internacional de Especies Amenazadas). Si han nacido en cautividad en España sólo necesitas que el pájaro esté convenientemente anillado y que se someta cada año a la revisión correspondiente por parte de su comunidad".
"Pero que nadie se confunda, porque tener uno de estos pájaros en casa, sin volar y sin cazar, no es ser cetrero, es ser un criminal", advierte un viejo halconero. "Necesitamos mucho tiempo para dedicarle a cada animal. Los halcones, por ejemplo, deben volar todos los días. Esto implica poder desplazarnos a diario a una zona de campo amplia, despejada. Y en temporada de caza, contratar un coto. Y entrenar un perro para que se acostumbre al pájaro. En los tiempos en los que vivimos es difícil que alguien pueda permitirse todo esto".
Una reciente sentencia del Tribunal Constitucional considera que la cetrería, al ser un método de caza selectivo y no masivo, no tiene porqué restringirse. Su regulación queda en manos de las comunidades autónomas. La Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental (CODA) no está de acuerdo con "esta práctica, nefasta para la conservación", y se muestra inflexible en su postura en contra de la cetrería. "En los últimos años se viene asistiendo a un gran incremento del número de expolios de nidos de halcón peregrino y azor", dice en uno de sus comunicados. "Está comprobado que estos expolios son realizados generalmente por personal nacional. Es público y notorio que la mayor parte de estas personas son cetreros o aficionados a la cetrería, que roban para autoconsumo o bien introducen los pollos en las redes locales de cetreros, centros de cría en cautividad o, en ocasiones, para trasladar al extranjero".
La Sociedad Española de Ornitología (SEO-Birdlife) ha denunciado recientemente a un supuesto expoliador que fue detenido por agentes del Seprona en Cantabria cuando portaba tres pollos de halcón peregrino que, al parecer, procedían de un nido cercano. "Se da la paradoja", dicen en la SEO, "de que la persona acusada es presidente de la Asociación Española de Halconeros y, dice, firme defensor de que en cetrería sólo se utilicen especies criadas en cautividad". La Ley Orgánica 10/1995 del Código Penal es muy clara en su artículo 334/1: El que cace o pesque especies amenazadas, realice actividades que impidan o dificulten su reproducción o migración, contraviniendo las leyes o disposiciones de carácter general protectoras de las especies de fauna silvestre, comercie o trafique con ellas o con sus restos, será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o multa de ocho a veinticuatro meses. 334/2: La pena se impondrá en su mitad superior si se trata de especies o subespecies catalogadas en peligro de extinción.
Sería injusto pensar que ningún aficionado a la cetrería actúa correctamente. La Unión Española para la Defensa de la Cetrería y las Aves de Presa (UEDECA) nació a imagen y semejanza de las asociaciones norteamericanas, donde cetreros, conservacionistas y biólogos mantienen buenas relaciones y colaboran de manera habitual. "Los cetreros no negamos la existencia de un expolio de nidos de rapaces de carácter residual, en algunos casos no relacionados con cetreros, contra el que luchamos, parece que con mayor eficacia que las asociaciones ecologistas", afirman. "Como ejemplo de este compromiso señalaremos que fueron cetreros de la Asociación Cántabra de Cetrería, miembros a su vez de UEDECA, los que montaron un dispositivo de vigilancia y seguimiento que dio como resultado la detención del expoliador con tres pollos de halcón peregrino en Cantabria. Conociendo en profundidad a la comunidad cetrera española, podemos afirmar que la inmensa mayoría supera con creces los límites de corrección y legalidad. En el colectivo ecologista también existen transgresores de la ley y de la ética, y no por ello creemos que dicho colectivo merezca una descalificación general".
La CODA cree que "la tenencia en domicilios de estas aves puede ser fuente de numerosas enfermedades", que "la liberación, voluntaria o involuntaria, de especies foráneas puede tener graves consecuencias para las especies autóctonas", y que la Administración "nunca será capaz de controlar la cetrería, ya que existen sistemas hasta para falsificar los chips que identifican a cada ave".
"El riesgo de transmisión de enfermedades no es superior al que supone mantener otro tipo de animales, como vacas, palomas, aves canoras o perros", responde José Manuel Rodríguez-Villa, de la Asociación para la Defensa de la Cetrería. "Por otro lado, todos los cetreros actuales utilizan sofisticados equipos de radio-búsqueda que hacen que no se pueda perder ninguna de sus valiosas aves. Finalmente, es imposible que los análisis de ADN, método utilizado por muchas comunidades autónomas y recomendados por la UEDECA, pueda ser objeto de fraude".
La contribución más importante de la cetrería al mundo de la conservación se encuentra en el campo de la cría en cautividad y la reintroducción en el medio natural. "Los cetreros han sido pioneros en la cría en cautividad de halcones y otras rapaces, y los principales criadores de la actualidad son cetreros", afirma el doctor Tom J. Cale, creador del Peregrine Fund en Estados Unidos. En Norteamérica se han soltado en los últimos veinticinco años más de 6.000 halcones peregrinos criados en estos centros, situando a esta especie fuera de la lista de aves en peligro de extinción. "A los ecologistas españoles les cuesta mucho trabajo aceptar que, en demasiadas ocasiones, los centros de cría y recuperación de rapaces que gestionan no funcionan demasiado bien", dice un cetrero que no quiere identificarse. "Sólo tenemos que fijarnos en los problemas que tienen con las águilas imperiales, rapaces en gravísimo peligro de extinción jamás utilizadas en cetrería".
Félix Rodríguez de la Fuente escribió en uno de sus libros: "El cetrero moderno es un hombre de espíritu sensible, de conocimientos naturales profundos y de espíritu proteccionista sumamente arraigado. Con la cetrería conquisté el respeto a la libertad de todos los seres vivos y la repugnancia más profunda ante lo que signifique dar muerte a un animal mediante los procedimientos ventajosos y poco deportivos empleados por tantos seres humanos".
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